Resumen de Aportaciones de la pragmática, de M.ª Victoria Escandell Vidal.
La pragmática ha experimentado en los últimos años un espectacular auge. Esto no es fruto del azar, sino que la adopción de una perspectiva pragmática ha permitido arrojar nueva luz sobre diversos fenómenos. Así, por ejemplo, se han propuesto enfoques esclarecedores en áreas como la referencia nominal y temporal, la deíxis, el orden de palabras y la estructura informativa o los marcadores discursivos. En estos ámbitos se ha puesto de relieve la necesidad de tener en cuenta a los participantes en la comunicación y su entorno para poder ofrecer una caracterización completa de los fenómenos. Si el enfoque pragmático se revela necesario para explicar muchas cuestiones que parecían simplemente gramaticales, no resultará extraño que también sea imprescindible en todos los aspectos para los que es consustancial el apelar a aquellos elementos que, siendo externos al sistema de la lengua, condicionan el uso que hacemos de ella. La enseñanza de lenguas no podía ser una excepción.
En los últimos treinta años, la competencia comunicativa se ha convertido en el objetivo central al que debe aspirar la enseñanza de una segunda lengua o una lengua extranjera. Uno de los componentes básicos que se reconocen dentro de la competencia comunicativa es precisamente la competencia pragmática. Así, la pragmática se ha convertido en una materia obligada en la formación del profesor de una lengua extranjera. La pragmática ofrece las herramientas teóricas y metodológicas necesarias para poder avanzar en la descripción de las reglas y los principios que están en vigor cuando nos comunicamos, y que permiten lograr una mejor comprensión de los mecanismos que subyacen al modo en que los hablantes usamos la lengua.
El objetivo de la pragmática es tratar de establecer con precisión qué factores determinan sistemáticamente el modo en que funcionan nuestros intercambios comunicativos. En la puesta en uso de nuestra capacidad lingüística en la comunicación intervienen factores distintos a los que gobiernan el código de la lengua. La intervención de tales factores, y el consiguiente comportamiento comunicativo a que estos dan lugar, no es algo aleatorio o arbitrario, sino que responde a patrones sistemáticos. Establecer regularidades y generalizaciones es el objetivo central de la teoría. Encontrar sistematicidades es también una necesidad para la enseñanza: si podemos hablar de competencia, y si la competencia puede enseñarse y adquirirse, es precisamente porque existen regularidades.
La pragmática toma como objeto de estudio el conjunto total de enunciados de una lengua para caracterizar la contribución de los elementos extralingüísticos a la comunicación. Éste no es un objeto exclusivo, sino que lo comparte con la gramática. Esta coincidencia de objeto no debe ocultar la diferencia que existe entre ambas, y que no atañe a los fenómenos analizados, sino a la perspectiva con que se aborda el estudio: la gramática debe atender sólo a los aspectos internos, constitutivos, que afectan a las relaciones formales entre elementos lingüísticos; a la pragmática le corresponde, en cambio, adoptar un enfoque más amplio, que tome también en consideración a los usuarios y su entorno.
Si en gramática el criterio básico es el de gramaticalidad, en pragmática es la adecuación. La adecuación no es una exigencia nueva, sino la consecuencia necesaria de los planteamientos que hemos adoptado: si hay principios sistemáticos que regulan la comunicación, sólo los enunciados que se ajusten a ellos serán adecuados; los que no lo hagan inadecuados. Ser adecuado es una propiedad relativa que tiene que ser evaluada en relación con un contexto de emisión.
La pragmática trata de identificar aquellos otros factores que, aunque son ajenos al código lingüístico, intervienen decisivamente en el uso que hacemos de la lengua. Así, podemos mencionar cuatro elementos clave: emisor (hablante que produce intencionalmente una expresión lingüística en un momento dado), destinatario (hablante al que se dirige el emisor), situación (todo aquello que rodea al acto mismo de enunciación) y enunciado (expresión lingüística que produce el emisor). Estos elementos son protagonistas necesarios, pero tan importantes como los elementos son las relaciones que entre ellos se establecen: intención (propósito o meta que el emisor quiere conseguir por medio de su enunciado) y distancia social (relación entre los interlocutores tal y como la configuran los patrones sociales vigentes en cada cultura). Estos elementos y estas relaciones son constituyentes básicos de cualquier acto comunicativo.
Como vemos, los factores que intervienen en la comunicación pueden reducirse al conjunto de representaciones internas con que cada individuo entra en el proceso comunicativo. La representación del entorno es decisiva para la comunicación. Y aquí Escandell Vidal incluye muy acertadamente una cita de Jaaney y Arndt: "convertirse en un miembro normal de una cultura es sobre todo una cuestión de aprender a percibir, pensar y comportarse como lo hacen los demás miembros de esa cultura".
La pragmática ha experimentado en los últimos años un espectacular auge. Esto no es fruto del azar, sino que la adopción de una perspectiva pragmática ha permitido arrojar nueva luz sobre diversos fenómenos. Así, por ejemplo, se han propuesto enfoques esclarecedores en áreas como la referencia nominal y temporal, la deíxis, el orden de palabras y la estructura informativa o los marcadores discursivos. En estos ámbitos se ha puesto de relieve la necesidad de tener en cuenta a los participantes en la comunicación y su entorno para poder ofrecer una caracterización completa de los fenómenos. Si el enfoque pragmático se revela necesario para explicar muchas cuestiones que parecían simplemente gramaticales, no resultará extraño que también sea imprescindible en todos los aspectos para los que es consustancial el apelar a aquellos elementos que, siendo externos al sistema de la lengua, condicionan el uso que hacemos de ella. La enseñanza de lenguas no podía ser una excepción.
En los últimos treinta años, la competencia comunicativa se ha convertido en el objetivo central al que debe aspirar la enseñanza de una segunda lengua o una lengua extranjera. Uno de los componentes básicos que se reconocen dentro de la competencia comunicativa es precisamente la competencia pragmática. Así, la pragmática se ha convertido en una materia obligada en la formación del profesor de una lengua extranjera. La pragmática ofrece las herramientas teóricas y metodológicas necesarias para poder avanzar en la descripción de las reglas y los principios que están en vigor cuando nos comunicamos, y que permiten lograr una mejor comprensión de los mecanismos que subyacen al modo en que los hablantes usamos la lengua.
El objetivo de la pragmática es tratar de establecer con precisión qué factores determinan sistemáticamente el modo en que funcionan nuestros intercambios comunicativos. En la puesta en uso de nuestra capacidad lingüística en la comunicación intervienen factores distintos a los que gobiernan el código de la lengua. La intervención de tales factores, y el consiguiente comportamiento comunicativo a que estos dan lugar, no es algo aleatorio o arbitrario, sino que responde a patrones sistemáticos. Establecer regularidades y generalizaciones es el objetivo central de la teoría. Encontrar sistematicidades es también una necesidad para la enseñanza: si podemos hablar de competencia, y si la competencia puede enseñarse y adquirirse, es precisamente porque existen regularidades.
La pragmática toma como objeto de estudio el conjunto total de enunciados de una lengua para caracterizar la contribución de los elementos extralingüísticos a la comunicación. Éste no es un objeto exclusivo, sino que lo comparte con la gramática. Esta coincidencia de objeto no debe ocultar la diferencia que existe entre ambas, y que no atañe a los fenómenos analizados, sino a la perspectiva con que se aborda el estudio: la gramática debe atender sólo a los aspectos internos, constitutivos, que afectan a las relaciones formales entre elementos lingüísticos; a la pragmática le corresponde, en cambio, adoptar un enfoque más amplio, que tome también en consideración a los usuarios y su entorno.
Si en gramática el criterio básico es el de gramaticalidad, en pragmática es la adecuación. La adecuación no es una exigencia nueva, sino la consecuencia necesaria de los planteamientos que hemos adoptado: si hay principios sistemáticos que regulan la comunicación, sólo los enunciados que se ajusten a ellos serán adecuados; los que no lo hagan inadecuados. Ser adecuado es una propiedad relativa que tiene que ser evaluada en relación con un contexto de emisión.
La pragmática trata de identificar aquellos otros factores que, aunque son ajenos al código lingüístico, intervienen decisivamente en el uso que hacemos de la lengua. Así, podemos mencionar cuatro elementos clave: emisor (hablante que produce intencionalmente una expresión lingüística en un momento dado), destinatario (hablante al que se dirige el emisor), situación (todo aquello que rodea al acto mismo de enunciación) y enunciado (expresión lingüística que produce el emisor). Estos elementos son protagonistas necesarios, pero tan importantes como los elementos son las relaciones que entre ellos se establecen: intención (propósito o meta que el emisor quiere conseguir por medio de su enunciado) y distancia social (relación entre los interlocutores tal y como la configuran los patrones sociales vigentes en cada cultura). Estos elementos y estas relaciones son constituyentes básicos de cualquier acto comunicativo.
Como vemos, los factores que intervienen en la comunicación pueden reducirse al conjunto de representaciones internas con que cada individuo entra en el proceso comunicativo. La representación del entorno es decisiva para la comunicación. Y aquí Escandell Vidal incluye muy acertadamente una cita de Jaaney y Arndt: "convertirse en un miembro normal de una cultura es sobre todo una cuestión de aprender a percibir, pensar y comportarse como lo hacen los demás miembros de esa cultura".