La subjetividad en el lenguaje

¿Por qué el lenguaje es instrumento de comunicación? Básicamente por dos razones:
Porque los seres humanos no han encontrado un instrumento mejor para comunicarse.
Porque el lenguaje presenta disposiciones tales que lo hacen apto para servir de instrumento, se presta a transmitir lo que pretendemos (órdenes, preguntas, avisos...) y provoca en el interlocutor un comportamiento adecuado a cada ocasión.
El comportamiento del lenguaje admite una descripción conductista en términos de estímulo y respuesta, de donde se concluye el carácter mediato e instrumental del lenguaje.
El discurso es lenguaje puesto en acción.
La comparación del lenguaje con un instrumento debe hacernos desconfiar. Hablar de instrumento es oponer ser humano y naturaleza, y el lenguaje está en la naturaleza del hombre, que no la fabricó. Nunca llegamos a las personas separadas del lenguaje, el lenguaje enseña la definición misma del hombre.
Para que la palabra garantice la comunicación es preciso que la habilite el lenguaje, del que la palabra es actualización. Es en el lenguaje como el hombre se constituye como sujeto.
La subjetividad en el lenguaje es la capacidad del locutor de plantearse como sujeto. Se define no por el sentimiento que cada uno experimenta de ser él mismo, sino como la unidad psíquica que transciende a la totalidad de las experiencias vividas que reúne y que asegura la permanencia de la conciencia. Esta subjetividad no es más que la emergencia en el ser de una propiedad fundamental del lenguaje. Encontramos el fundamento de la subjetividad en el estatuto lingüístico de la persona, por el cual se determina.
La conciencia de sí no es posible más que si se experimenta por contraste. No se emplea un “yo” si no es dirigiéndose a un “tú”. Es esta condición de diálogo la que es constitutiva de la persona, pues implica en reciprocidad que “yo” me torne “tú” en la alocución de aquel que por su lado se designa por “yo”. El lenguaje no es posible sino porque cada locutor se pone como sujeto y remite a sí mismo como “yo” en su discurso. La polaridad de las personas no pasa de ser una consecuencia de todo pragmática.
Es un hecho notable que entre los signos de una lengua nunca falten los pronombres personales, ya que una lengua sin expresión de la persona no se concibe. Los pronombres se distinguen de todas las designaciones que la lengua articula: no remiten ni a un concepto ni a un individuo.
El “yo” no denomina ninguna entidad léxica, sino que el “yo” se refiere al acto de discurso individual en el que es pronunciado y cuyo locutor designa. Es un término que no puede ser identificado más que en el discurso y que no tiene más referencia que la actual. Remite a la realidad del discurso.
El fundamento de la subjetividad está en el ejercicio de la lengua. El lenguaje está organizado de tal modo que permite a cada locutor apropiarse de la lengua entera designándose como “yo”.
Los pronombres personales muestran la subjetividad en el lenguaje. También los deícticos, demostrativos, adverbios, adjetivos... La expresión de la temporalidad también tiene que ver con la subjetividad. Hablamos del tiempo en referencia al presente y ese presente coincide con el tiempo del discurso, es decir, el tiempo del discurso es sui-referencial.
El lenguaje propone en cierto modo formas vacías de las que cada locutor se apropia en su discurso para referirse a su persona y a un tiempo.

Resumen de "De la subjetividad en el lenguaje", Benveniste (1958).